Siento mi pecho achicarse
cuando mis ojos leen lo inevitable.
Las preguntas que había hundido
en el fondo del mar
reflotan sobre mis ojos,
los inundan,
y no hay balde que cese este desastre.
Mi pecho se achica
pero no los "¿por qué?” que sostienen la tormenta.

Las dudas, los reproches, mi inseguridad.
Llueve.
y el paraguas me lo olvidé en otra vida.
Llueve.
y no hay respuestas para este daño.

El meteorólogo anuncia un sol despejado para la semana.
(Recién es lunes)
Todavía me quedan días
para hacerle entender que adentro mío siempre llueve
y que mi pecho se sigue achicando
hasta que un viernes,
el día de la esperanza,
llega tu abrazo a decirme
“ya salió el sol”.

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